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domingo, 14 de julio de 2013

Resumen de la discusión (contra Trotsky y Preobrazhenski) - Iosif Stalin (1924 )


Camaradas: En los discursos aquí pronunciados, no he encontrado objeciones al informe de organización del C.C. Por ello, estimo que el Congreso está de acuerdo con las conclusiones de este informe. (Aplauso.)

En mi informe no he tocado, intencionadamente, las divergencias en el seno del Partido, no las he tocado porque no quería hurgar en heridas que, al parecer habían cicatrizado. Pero ya que Trotski y Preobrazhenski han tocado estas cuestiones, permitiéndose varias inexactitudes y lanzando un reto, no se debe callar. En este caso, el silencio sería incomprensible.

La camarada Krúpskaia ha dicho que no se debe volver a los debates en torno a las divergencias. Yo soy decididamente contrario a que se vuelva a ellos y, por eso, en mi informe no me he referido a las divergencias. Pero ya que los camaradas de la oposición han tocado el problema y han lanzado un reto, no tenemos derecho a callar.

Trotski y Preobrazhenski, al hablar de las divergencias, han centrado ambos la atención del Congreso en una resolución, en la resolución del 5 de diciembre, olvidando que, además de ella, hay otra, la resolución sobre el resultado de la discusión[2], olvidando que hubo una Conferencia y que, después de la resolución adoptada por el C.C. el 5 de diciembre, se levantó una nueva oleada de debates, que fue enjuiciada en la resolución especial de la XIII Conferencia sobre los resultados de la discusión. Ellos olvidan que silenciar la XIII Conferencia puede costarle algo a la oposición.

Yo recuerdo al Congreso que en la Conferencia se adoptó una resolución sobre la política económica y dos resoluciones sobre la edificación del Partido. ¿Por qué fue eso? Había una resolución ratificada por todo el Partido y aprobada por el C.C. el 5 de diciembre, pero luego fue necesario adoptar otra resolución sobre el mismo problema, sobre la desviación pequeñoburguesa. ¿Qué calamidad es ésa?, ¿a qué se debe? Se debe a que toda la discusión tuvo dos períodos: el primero, que terminó con la resolución del 5 de diciembre, adoptada por unanimidad, y el segundo período, que terminó con la resolución sobre la desviación pequeñoburguesa. Suponíamos entonces, es decir, en el primer período, que con la resolución del 5 de diciembre quizás terminarían las disputas en el Partido, y precisamente por ello dije la vez pasada, en el informe ante la XIII Conferencia, refiriéndome a este período, que, de desearlo la oposición, la resolución del 5 de diciembre habría podido poner fin a la lucha en el Partido. Hable de ello, y todos nosotros pensábamos así. Pero el hecho es que en este período no terminó la discusión. Después de la resolución del 5 de diciembre, aparecieron las cartas de Trotski –nueva plataforma con nuevos problemas-, y empezó una nueva oleada de la discusión, más encarnizada que hasta entonces. Ello malogró la posibilidad de establecer la paz en el Partido. Ese fue el segundo período, que ahora los oposicionistas tratan de silenciar, de eludir.

El hecho es que entre la discusión del segundo período y la discusión del primer período, reflejada en la resolución del 5 de diciembre, hay una diferencia enorme. En la resolución del 5 de diciembre no se planteaba el problema de la degeneración de los cuadros. Trotski, con quien redactamos entonces la resolución, no dijo ni una palabra de que los cuadros estuviesen degenerando. Por lo visto, se guardaba esa adición para su actividad posterior. Además, en la resolución del 5 de diciembre no se planteaba la cuestión de que la juventud estudiantil fuese el más fiel barómetro. Por lo visto, Trotski dejó también en reserva esta cuestión para nuevas intervenciones en la discusión. En la resolución del 5 de diciembre no hay la tendencia a atacar al aparato, no se exigen sanciones contra el aparato del Partido, cosa de la que Trotski habló muy extensamente después, en sus cartas. Por último, en la resolución del 5 de diciembre no hay ni siquiera la alusión a que los grupos sean necesarios, mientras que de ello, de los grupos, Trotski habló muy extensamente después, en sus cartas.

Ved lo enorme que es la diferencia entre la actitud de la oposición hasta el 5 de diciembre y la actitud de sus líderes después del 5 de diciembre.

Ahora, Trotski y Preobrazhenski tratan de silenciar, de ocultar su segunda plataforma, la del segundo período de la discusión, pensando, por lo visto, engañar al Partido. ¡No, no lo conseguiréis! Con torpes argucias y con diplomacias no engañaréis al Congreso. No dudo que el Congreso expresará su opinión, tanto acerca de la primera etapa de la discusión, reflejada en la resolución del 5 de diciembre, como de la segunda etapa, expresada en la resolución do la Conferencia sobre la desviación pequeñoburguesa.

Estas dos resoluciones son dos partes de un todo que se llama la discusión. Quien piense que mezclando estas dos partes podrá engañar al Congreso, se equivoca. El Partido ha crecido, su conciencia se ha elevado, y con diplomacias no se logrará engañarle. Todo el error de la oposición consiste en que no lo comprende.

Veamos quién tenía razón en las cuestiones relativas a la plataforma de la oposición después del 5 de diciembre. ¿Quién tenía razón en las cuatro nuevas cuestiones planteadas en las cartas de Trotski?

Primera cuestión los cuadros están degenerando. Todos nosotros exigíamos y exigimos hechos que evidencien una degeneración de los cuadros. Sin embargo, no nos han presentado estos hechos, y no pueden presentarlos porque no los hay. Mas, fijándonos bien en las cosas, todos advertimos que entre nosotros no había degeneración, pero sí, indudablemente, una desviación de algunos líderes de la oposición hacia la política pequeñoburguesa. ¿Quién, pues, está en lo cierto? Parece que no es la oposición.

Segunda cuestión: la cuestión de la juventud estudiantil, de la que se dice que es el más fiel barómetro. ¿Quién tiene razón en este problema? Una vez más parece ser que no es la oposición. Si analizamos el crecimiento de nuestro Partido en este período, el ingreso de 200.000 nuevos miembros, resulta que no hay que buscar el barómetro en las filas de la juventud estudiantil, sino en las filas del proletariado; que el Partido no debe orientarse hacia la juventud estudiantil, sino hacia el núcleo proletario del Partido. 200.000 nuevos militantes del Partido: ése es el barómetro. Tampoco aquí está en lo cierto la oposición.

Tercera cuestión: las sanciones contra el aparato, el ataque contra el aparato del Partido. ¿Quién tenía razón? Una vez más, no la tenía la oposición. Esta ha plegado su bandera de ataque contra el aparato y ha pasado a la defensiva. Vosotros habéis sido aquí testigos de cómo se debatía, retirándose a la desbandada, en la lucha contra el aparato del Partido.

Cuarta cuestión: las fracciones, los grupos. Trotski ha declarado que es decididamente contrario a los grupos. Eso está muy bien. Pero si es necesario hacer historia, permitirme que restablezca algunos hechos. En diciembre teníamos una subcomisión del C.C. del Partido para redactar la resolución que fue publicada el 5 de diciembre. Componían la subcomisión tres personas: Trotski, Kámenev y Stalin ¿No habéis advertido que en la resolución del 5 de diciembre falta la frase relativa a los grupos? Allí se habla de la prohibición de las fracciones, pero no se dice nada de la prohibición de los grupos. Hay solamente una referencia a la conocida resolución del X Congreso sobre la unidad del Partido ¿Cómo se explica eso? ¿Es casual? No es casual. Kámenev y yo planteamos tajantemente la prohibición de los grupos. Trotski presentó un ultimátum, protestando contra la prohibición de los grupos, y dijo que en tales circunstancias no podía votar la resolución. Entonces nos limitamos a invocar la resolución del X Congreso, que Trotski, por lo visto, no había leído aún y en la que no sólo se habla de la prohibición de las fracciones, sino también de la prohibición de los grupos. (Risas, aplausos.) Trotski defendía entonces la libertad de grupos. Aquí ha encomiado la resolución del 5 de diciembre. Pero en su carta al C.C. del P.C. (b) de Rusia cuatro días después de aprobada la resolución sobre la edificación del Partido, es decir, el 9 de diciembre, Trotski escribía: “Me alarma particularmente la actitud puramente formal de los miembros del Buró Político en la cuestión de los grupos y de las agrupaciones fraccionales”. ¿Qué os parece? Resulta que el hombre que se deshace en alabanzas a esa resolución, está en el fondo de su alma alarmado por la actitud del Buró Político en cuanto a los grupos y las fracciones. No parece que fuera entonces partidario de la prohibición de los grupos. No; Trotski era entonces partidario de la formación de grupos, de la libertad de grupos.

Además, ¿quién no recuerda la conocida resolución de Preobrazhenski en Moscú exigiendo que se precisara la cuestión de las fracciones, decidida en el X Congreso del Partido, en el sentido de abolir determinadas limitaciones? En Moscú todo el mundo lo recuerda. ¿Y quién de vosotros no recuerda que Preobrazhenski exigía en sus artículos el restablecimiento del orden de cosas existente en el Partido en la época de la paz de Brest--Litovsk? Pero nosotros sabemos que, en la época de la paz de Brest-Litovsk, el Partido se veía obligado a consentir la existencia de fracciones; eso lo sabemos muy bien. ¿Y quién no recuerda que en la XIII Conferencia, cuando yo proponía la cosa más sencilla -refrescar en la memoria de los miembros del Partido el séptimo punto de la resolución sobre la unidad, sobre la prohibición de los grupos-, quién no recuerda cómo alborotaban todos los oposicionistas exigiendo que este punto no fuera incluido? Por tanto, la oposición mantenía enteramente en este problema el punto de vista de la libertad de grupos, suponiendo que adormecería la vigilancia del Partido al decir que no pedía la libertad de fracciones, sino la libertad de grupos Si hoy nos declaran que están contra los grupos, eso está muy bien. Pero de ningún modo puedo decir que sea una ofensiva suya: es una retirada en desorden, un indicio de que también en esta cuestión tenía razón el C.C.

Después de esta explicación, permitidme, camaradas, que diga unas palabras acerca de algunos errores de principio cometidos por Trotski y Preobrazhenski en sus intervenciones sobro los problemas de organización del Partido.

Trotski ha dicho que la esencia de la democracia queda reducida a la cuestión de las generaciones. Eso es falso. Es falso desde el punto de vista de los principios. La esencia de la democracia no se reduce, ni mucho menos, a eso. La cuestión de las generaciones es una cuestión secundaria. Datos numéricos de la vida de nuestro Partido dicen, la vida misma de nuestro Partido dice que la joven generación va engrosando, paso a paso, las filas de los cuadros, que estas filas se ensanchan nutriéndose de la juventud. El Partido siempre ha marchado y marchará por ese camino. Únicamente quien considere a los cuadros como un todo hermético, como un estamento privilegiado, que no admite en su medio a hombres nuevos; únicamente quien considere a los cuadros como la vieja oficialidad, que estima “inferiores en dignidad” a todos los demás miembros del Partido; únicamente quien quiera meter cuña entre los cuadros y los jóvenes militantes, puede reducir la cuestión de la democracia a la cuestión de las generaciones del Partido. La esencia de la democracia no se limita a la cuestión de las generaciones, sino que reside en la iniciativa, en la participación activa de los miembros del Partido en la dirección del mismo. Así y sólo así puede plantearse la cuestión de la democracia si, naturalmente, no se trata de un partido democrático en la forma, sino de un partido verdaderamente proletario, unido a las masas de la clase obrera con lazos indisolubles.

Segunda cuestión. El mayor peligro -dice Trotski- consiste en la burocratización del aparato del Partido. Eso también es falso. El peligro no consiste en eso, sino en la posibilidad de que el Partido se aísle efectivamente de las masas sin-partido. Podéis tener un partido con un aparato democráticamente estructurado, pero si no está ligado a la clase obrera, esa democracia será vana, no valdrá nada. El Partido existe para la clase. Y mientras esté ligado a la clase, mientras tenga contacto con ella, mientras goce de prestigio y sea apreciado por las masas sin-partido, podrá existir y desarrollarse incluso con defectos burocráticos. Si no se dan todas estas condiciones, podéis organizar el Partido como queráis, burocrática o democráticamente: el Partido perecerá, sin ningún género de dudas. El Partido es parte de la clase, existe para la clase, y no para sí mismo.

Tercera tesis, también errónea desde el punto de vista de los principios: el Partido -dice Trotski- no se equivoca. Eso es falso. El Partido se equivoca con frecuencia. Ilich nos inculcaba que debíamos enseñar al Partido a aprender en sus propios errores para dirigir acertadamente. Si el Partido no cometiera errores, no tendríamos material para enseñarle. Nuestra tarea consiste en percibir los errores, en poner al desnudo sus raíces, en mostrar al Partido y a la clase obrera cómo nos hemos equivocado y cómo debemos obrar para no repetir esas equivocaciones en el futuro De otra manera, sería imposible que el Partido se desarrollara. De otra manera, la formación de líderes y de cuadros del Partido sería imposible, porque los lideres y los cuadros se forman y se educan en la lucha contra sus propios errores, en la superación de esos errores. Creo que esa declaración de Trotski es una especie de cumplido con ribetes de burla, por cierto, nada feliz.

Ahora, hablemos de Preobrazhenski. Ha hablado de la depuración. Preobrazhenski considera que la depuración es un arma de la mayoría del Partido contra la oposición y, por lo visto, no aprueba el método de la depuración. Esta es una cuestión de principio. La incomprensión de que el Partido no puede fortalecerse si no se depura periódicamente de los elementos vacilantes es un profundo error de Preobrazhenski. El camarada Lenin enseñaba que el Partido únicamente puede fortalecerse despojándose, paso a paso, de los elementos vacilantes, que penetran y seguirán penetrando en el Partido. Iríamos contra el leninismo si mantuviésemos una actitud negativa hacía la depuración en general. En cuanto a la presente depuración, ¿qué tiene de malo? Dicen que se han cometido algunas equivocaciones Es natural. ¿Cuándo se ha visto que en una gran obra no se cometan algunas equivocaciones? Nunca. Puede haber y es natural que haya algunas equivocaciones, pero, en lo fundamental, la depuración es acertada. Me han contado con qué temor y alarma esperaban la depuración algunos elementos no proletarios, intelectuales y empleados. Me han relatado la siguiente escena. En un despacho había varias personas a cuya comprobación se iba a proceder. Era la célula de un organismo soviético. En otro despacho se encontraba la comisión depuradora. Uno de los militantes de la célula, después de pasar por la comisión, salió disparado del despacho, todo cubierto de sudor. Le pidieron que dijese qué le había ocurrido. Respondió: “Dejad que recobre el aliento, dejad que recobre el aliento; no puedo hablar”. (Risas.) Puede que la depuración no sea buena para esa gente que sufre y suda a mares, pero para el Partido es muy buena, (Aplausos.) Desgraciadamente, hay todavía ciertos miembros del Partido que cobran mil o dos mil rublos mensuales, son miembros del Partido y olvidan que el Partido existe. Sé que una célula de uno de los Comisariados, en el que hay gente de esa índole, y de la que forman parte también chóferes, designó a uno de éstos para llevar a cabo la depuración, suscitando objeciones como la de que un chofer no debía efectuar la depuración de los dignatarios soviéticos. Esos hechos se han producido aquí, en Moscú. Miembros del Partido que, por lo visto, se han alejado del Partido, se indignan y no pueden tragar que "un chofer cualquiera” tenga que depurarlos. A esos miembros del Partido hay que educarlos y reeducarlos, a veces expulsándolos del Partido. Lo principal en la depuración es que esa gente se dé cuentas de que hay un amo, el Partido, que puede pedir cuentas por los pecados cometidos contra él. Creo que a veces, de cuando en cuando, el amo debería sin falta recorrer las filas del Partido, escoba en mano. (Aplausos.)

Preobrazhenski dice: vuestra política es acertada, pero vuestra línea de organización no lo es, y de ahí arranca la posibilidad de hundimiento del Partido. Eso es una necedad, camaradas. No puede ocurrir que la política de un partido sea acertada y que ese partido se hunda por deficiencias de organización. Eso no sucede nunca. La base de la vida de un partido y de su trabajo no reside en las formas de organización que tome o pueda tomar en cada momento dado, sino en su política, en su política interior y exterior. Si la política del Partido es acertada, si plantea bien las cuestiones políticas y económicas de importancia decisiva para la clase obrera, los defectos de organización no pueden desempeñar un papel decisivo; su política lo sacará adelante. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Los que no lo comprenden son malos marxistas, olvidan el abecé del marxismo.

¿Tenía razón el Partido en las cuestiones objeto de la discusión, en las cuestiones de carácter económico y en las de la edificación del Partido? Si alguien quiere comprobarlo de una sentada, sin palabras superfluas, debe dirigirse al Partido y a la masa obrera y preguntar: ¿cómo acoge al Partido la masa obrera sin-partido, con simpatía o con antipatía? Si los oposicionistas hubiesen planteado la cuestión así, si se hubieran preguntado: ¿cómo considera la clase obrera al Partido, con simpatía o con antipatía?, habrían comprendido que el Partido sigue una vía acertada. La clave para comprender todas las cosas relacionadas con los resultados de la discusión es la promoción leninista. Si la clase obrera envía al Partido a 200.000 hijos suyos, seleccionando a los más honrados y firmes, ello quiere decir que un partido así es invencible, porque el Partido se ha convertido, en esencia, en un organismo electo de la clase obrera y en el único que goza de su confianza. Tal partido vivirá infundiendo temor a los enemigos, tal partido no puede descomponerse. La desgracia de nuestra oposición consiste en que no ha abordado las cuestiones del Partido ni los resultados de la discusión desde el punto de vista de un marxista que aquilata el peso específico del Partido tomando en consideración su influencia en las masas -porque el Partido existe para las masas, y no al contrario-, sino desde un punto de vista formal, desde el punto de vista del aparato Apuro”. Para encontrar la clave sencilla y directa que permita comprender los resultados de la discusión, no hay que recurrir a la charlatanería en torno al aparato; hay que fijarse en las 200.000 personas que han ingresado en el Partido y han revelado la profunda democracia de éste. Las palabras de democracia en los discursos de los oposicionistas son pura charlatanería; en cambio, el hecho de que la clase obrera envíe al Partido a 200.000 nuevos militantes, es auténtica democracia. Nuestro Partido se ha convertido en un organismo electo de la clase obrera. Mostradme otro partido semejante. No me lo mostraréis, porque no existe aún. Pero, cosa extraña, ni siquiera un partido tan poderoso les gusta a nuestros oposicionistas. ¿Dónde, en qué lugar de la Tierra, hallarán un partido mejor? Me temo que en busca de un partido mejor tengan que trasladarse a Marte.

La última cuestión, la cuestión de la desviación pequeñoburguesa de la oposición, de que las acusaciones de desviación pequeñoburguesa son, según pretenden, injustas. ¿Es cierto eso? No, es falso. ¿De dónde ha salido esa acusación?, ¿en qué se funda? La acusación se funda en el hecho de que, en su desenfrenada agitación por la democracia en el Partido, los oposicionistas han servido involuntariamente, sin quererlo, de portavoz de la nueva burguesía, a la que importa un bledo la democracia en nuestro Partido, pero que desea, con toda su alma, la democracia en el país. El sector del Partido que ha alborotado en torno a la democracia ha servido, involuntariamente, de portavoz y de canal para la agitación que despliega la nueva burguesía en nuestro país y que persigue el fin de debilitar la dictadura, “ampliar” la Constitución soviética y restablecer los derechos políticos de los explotadores. Esa es la causa y el secreto de que los oposicionistas, que indudablemente aman al Partido, etc., etc., se hayan convertido, sin advertirlo, en portavoz de los que se encuentran fuera del Partido y quisieran debilitar la dictadura, descomponerla.

Por algo los mencheviques y los eseristas simpatizan con la oposición. ¿Es esto casual? No, no es casual. La distribución de las fuerzas en escala internacional hace que toda tentativa de mermar el prestigio de nuestro Partido y la solidez de la dictadura en el país sea siempre acogida por los enemigos del la revolución como un factor favorable para ellos, lo mismo si esa tentativa la hace nuestra oposición, que si la hacen los eseristas y los mencheviques. Quien no haya comprendido esto, no ha comprendido la lógica de la lucha fraccional en el seno de nuestro Partido, No ha comprendido que los resultados de esta lucha no dependen de determinadas personas ni de determinados deseos, sino de los resultados que arroja el balance general de la lucha entre los elementos soviéticos y los elementos antisoviéticos. Ahí está la causa de que tengamos en la oposición una desviación pequeñoburguesa.

Lenin, hablando en cierta ocasión de la disciplina del Partido y de la unidad monolítica de nuestras filas, decía que: “El que debilita, por poco que sea, la disciplina férrea del Partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado” (v. t. XXV, pág. 190). No huelga 'demostrar que, con sus ataques a la organización de Moscú y al Comité Central del Partido, los camaradas de la oposición debilitaban la disciplina del Partido y socavaban los cimientos de la dictadura, porque el Partido es el núcleo fundamental de la dictadura.

Por eso creo que la XIII Conferencia tenía razón al decir que nos hallábamos ante una desviación hacia la política pequeñoburguesa. Eso no es aún política pequeñoburguesa. ¡De ningún modo! En el X Congreso, Lenin explicó que una desviación es algo inconcluso, aún sin cuajar. Y si vosotros camaradas de la oposición, no insistís en esa desviación pequeñoburguesa, en esos pequeños errores, todo se enmendará, y el trabajo del Partido saldrá adelante. Pero si insistís la desviación pequeñoburguesa puede transformarse en política pequeñoburguesa. Por tanto, de vosotros depende todo, camaradas de la oposición.

¿Cuáles son las conclusiones? Las conclusiones son que debemos seguir trabajando en el interior del Partido sobre la base de su plena unidad. Fijaos en el Congreso, que apoya resueltamente la línea política del C.C.; ahí tenéis la unidad del Partido. La oposición es una minoría insignificante en nuestro Partido. Que el Partido está unido, y que lo estará, lo evidencia el presente Congreso, lo evidencia la unidad y la cohesión del Congreso. El que haya o no unidad con ese insignificante grupo del Partido que se titula oposición, depende de ellos. Nosotros somos partidarios de trabajar en armonía con la oposición. El año pasado, en el apogeo de la discusión, declaramos que era necesario trabajar conjuntamente con la oposición. Aquí lo repetimos una vez más. Ahora bien, si habrá unidad, no lo sé, porque la unidad en el futuro depende por entero de la oposición. En el caso dado, la unidad es fruto de la acción recíproca de dos factores, la mayoría del Partido y la minoría. La mayoría quiere unidad en el trabajo. Si lo quiere sinceramente la minoría, yo no lo sé. Eso depende por entero de los camaradas de la oposición.

Balance. El balance consiste en ratificar las resoluciones de la XIII Conferencia y en aprobar la labor del C.C. No dudo que el Congreso ratificará las resoluciones y aprobará la política del C.C. y su labor en materia de organización.


Publicado el 27 y 28 de mayo de 1924 en los núm. 118 y 119 de “Pravda”.

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Notas:

1. Extracto del discurso de Stalin dado en el El XIII Congreso del P.C.(b) de Rusia.
2. Se alude, a la resolución “Sobre los resultados de la discusión y la desviación pequeñoburguesa en el Partido”, aprobada en la XIII Conferencia del P.C.(b) de Rusia el 18 de enero de 1924 en relación con el informe de J. V. Stalin “Sobre las tareas inmediatas de la edificación del Partido” (v. “El P.C.(b) de la U.R.S.S. en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.”, parte I, págs. 540545, ed. en ruso, 1941).

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